Friday, April 6, 2012

¿Deseas conocer el valor de la sangre de Cristo?


De las Catequesis de san Juan Crisóstomo, obispo 

Si queremos entender el poder de la sangre de Cristo, remontémonos a las figuras que la profetizaron y recordemos los antiguos relatos de Egipto. "Inmolad (sacrifica)", mandó Moisés " un cordero de un año; toma su sangre y rocía las dos jambas y el dintel de la casa.

Si fuéramos a preguntarle ¿Moisés qué quieres decir?, ¿cómo la sangre de un animal irracional, puede salvar al hombre dotado de razón? Su respuesta sería que el poder salvífico no se encuentra en la sangre en sí, sino en el hecho de que es un signo (una profecía) de la sangre del Señor.

Si en aquellos días, el ángel destructor al ver la sangre simbólica en las puertas no se atrevió a entrar, entonces ¿cuánto menor será el acercamiento del diablo ahora cuando ve, la sangre no figurativa en las puertas, pero la verdadera sangre en los labios de los creyentes, las puertas del templo de Cristo.

Si usted desea una prueba más del poder de esta sangre, recuerde de dónde viene, cómo se derramaba de la cruz, fluyendo del costado del Maestro. El Evangelio nos dice que cuando Cristo había muerto, aun colgado en la cruz, un soldado se acercó y le traspasó el costado con una lanza y al instante salió agua y sangre. Agua como un símbolo del bautismo; y sangre como figura de la Sagrada Eucaristía. El soldado abrió el costado del Señor, él violó (abrió una brecha) la pared del templo sagrado, y yo he encontrado el tesoro escondido y lo he hecho mío. Lo mismo ocurre con el cordero: los Judíos sacrificaron la víctima y yo he sido salvado.

Del costado salió agua y sangre Amado oyente, no pases con indiferencia ante tan gran misterio sin pensar, porque tiene otro significado místico, el cual me falta por explicar. Te he dicho que el agua y la sangre eran símbolos del bautismo y de la Sagrada Eucaristía. A partir de estos dos sacramentos es que surge la Iglesia: Con el agua de la regeneración y con la renovación del Espíritu Santo, es decir con el bautismo y de la Sagrada Eucaristía, que han brotado ambos del costado. Del costado de Jesús se formo pues la iglesia, como del costado de Adam fue formada Eva. Por esta misma razón, afirma san Pablo: Somos miembros de su cuerpo, formados de sus huesos, aludiendo con ello al costado de Cristo.

Así como Dios, tomó una costilla del costado de Adán para formar a Eva , Cristo nos ha dado la sangre y el agua de su costado para formar la Iglesia. Así como Dios tomó una costilla de Adán, cuando se encontraba en un sueño profundo, de la misma manera Cristo nos dio la sangre y el agua después de su propia muerte. 


¿Entiende entonces cómo Cristo se ha unido a su esposa y qué tipo de alimentos nos da a todos a comer? Con un mismo alimento hemos nacido y nos nutrimos. Como de la misma manera que una mujer alimenta a su hijo con su propia sangre y la leche, así también Cristo alimenta siempre con su propia sangre, aquellos a quienes él mismo ha hecho renacer.

Consecratio Mundi


Friday, March 2, 2012

La Consagración de Jesús, de María, y de Los Hombres.


Reflexión Sobre La Consagración de Jesús, de María, y de Los Hombres.
Padre Luka Cirimotic, S.M.M 








PRÓLOGO

En los corazones de muchos Obispos, Sacerdotes, Religiosos y Laicos de la Iglesia de hoy, vive y crece la esperanza de que está próximo los tiempos en los cuales la invitación de Jesús y de María para consagrarnos a sus Corazones, serán acogidos en el sentido pleno y auténtico. 

Para tal fin, es necesario disponer de un texto fundamentado en la Revelación y en la reflexión teológica, que resalte el verdadero significado salvífico-pastoral de la consagración al Corazón de Jesús y el Corazón de María. Considero que para este argumento, la teología contemporánea no se encuentra en la condición de poder, con éxito, combatir, ni defender la Consagración, porque le falta de una definición general de la Consagración. Se puede decir sin vacilación que la Consagración no puede ponerse a un lado, como una cosa de poca importancia, porque la Revelación pública, por medio de la palabra de Jesús, afirma que: el Padre lo ha consagrado. Él se consagra a sí mismo y ruega al Padre que nos consagre también a nosotros en la Verdad de su Palabra.


La Iglesia docente, confiada por Jesús al Espíritu de la Revelación, no puede negarse a empeñarse en la búsqueda de una respuesta, que sea siempre más completa, en resguardo de la Consagración presente en la revelación. Para tal fin, ofrecemos una contribución para su mejor comprensión: 


  • En qué consiste la Consagración efectuada por Dios Padre a Jesús;  
  • Cómo se consagra Jesús a sí mismo;  
  • Cómo nos ayuda su Consagración para que nosotros seamos también consagrados por Dios. 

Partiendo de la definición de la Consagración, nosotros daremos una explicación bíblico-teológica de la Consagración y presentaremos la utilidad salvífico-pastoral de nuestra Consagración a Dios, por medio de Jesús y de María. Esto qué llamará la atención de muchos Obispos es la afirmación de algunos teólogos, según los cuales el hombre sí puede y debe consagrarse directamente a Dios y no pueden consagrarse a un ser creado, el cual es el Corazón de Jesús y de María.

Nosotros esperamos que lo poco que ofrecemos en esta escritura pueda servir para hacer entender la errónea afirmación que el hombre deba consagrarse directamente a Dios, y no a través de Cristo y de Su Madre Inmaculada. Esta afirmación a muchos les parece cierta y más que evidente, y, por consiguiente, las personas no sienten la necesidad de mostrar el punto de vista bíblico-teológico, pensando defender la autoridad suprema de Dios así y también la dignidad del hombre Veremos del análisis bíblico-teológico que las personas se encontraban en una situación similar a aquella existente antes del Concilio de Éfeso. De hecho, a la mayoría de las personas de aquel tiempo, le parecía evidente que María era Madre de Jesús-hombre y no de Jesús-Dios. 

Con este documento, nosotros deseamos demostrar bíblicamente y teológicamente que podemos consagrarnos a Dios y ser consagrados por Dios, sólo por medio de Jesús y de María. Más pronto o más tarde se descubrirá que ha sido un gran error pensar que el hombre se tiene que consagrar directamente a Dios, evitando a Cristo, único mediador entre Dios y los hombres y su Madre Inmaculada. Esta afirmación a muchos les parece cierta y más evidente, y, por consiguiente, las personas no sienten la necesidad de mostrar el punto de vista bíblico-teológico, pensando defender la autoridad suprema de Dios así y también la dignidad del hombre.


¿En qué consiste la consagración 
a Jesús por medio de María?


La Consagración se debe entender, y sobre todo vivir, como un continuo morir con Jesús y con María a nuestro "yo", para resucitar en Dios. Para alcanzar esta transformación gradualmente en Dios, necesitamos de la ayuda paternal insustituible de Jesús, nuevo Adán, y la maternal de María, nueva Eva. Uno de los textos revelados, que nos induce a dar gran relieve, a la Consagración, es aquel relativo a las palabras de Jesús a Nicodemo: "lo que nace de la carne es carne, y lo que nace del espíritu es espíritu" (Jn3:6). El nacimiento de un ser humano de la carne presupone a un padre y una madre que trasmiten a su hijo la vida humana. Esto pasa con el concurso de Dios que crea y da el alma inteligente y libre al hombre.

En la generación de la carne ningún hombre ha podido escoger a sus padres porque no tenían la existencia. En cambio, después del nacimiento "de la carne", el ser humano, responsable, necesariamente se genera, para la eternidad, su propio espíritu. El nacimiento del espíritu humano puede venir del Espíritu de Cristo o del espíritu de Satanás. Quiénes se generan su espíritu de las mentiras vive en el tiempo y vivirán por la eternidad sin paz, atormentados por la mentira y el odio. En cambio quienes generan su espíritu del Espíritu de Cristo y de la Inmaculada, que es el Espíritu Santo, viven en el tiempo y vivirán para la eternidad en el Amor, en la Verdad y en la Paz. Por consiguiente a las preguntas:


“¿Qué es la Consagración a María, a Jesús y a Dios?”, nosotros encontramos una respuesta iluminante en la Eucaristía. Como el pan y el vino, con la Consagración en la Santa Misa, se convierten inmediatamente en el Cuerpo y la Sangre de Jesús, así nosotros, con nuestra Consagración, progresivamente, venimos a ser como: María, Jesús y con ellos dioses en Dios. ¿(No está escrito en la Ley de ustedes: Yo lo digo: ustedes son dioses? Se llama, pues, dioses, a estos que reciben la palabra de Dios; y no se puede dudar de la Escritura. Entonces, si el Padre me ha consagrado y enviado al mundo, ¿no puedo decir que soy Hijo de Dios sin insultar a Dios? –Jn 10, 34-36).Por consiguiente, nosotros, con la ayuda de María y de Jesús acogiendo con fe la Palabra, venimos a ser en el Hijo, hijos de Dios.



1) SIGNIFICADO, LA DEFINICIÓN Y LA ORACIÓN DE LA CONSAGRACIÓN

Dios dice de sí mismo: “YO SOY EL QUE SOY!” (Ex 3, 14). Él ha dado la existencia al universo y a los seres inteligentes y libres que son:

·         Jesús en cuanto hombre

·         María su Madre

·         Los Ángeles y los hombres.

Dios, siendo por su naturaleza amor, (Nosotros hemos reconocido y creemos en el amor que Dios tiene por nosotros. Dios es amor; quién está en el amor, vive en Dios y Dios mora en él (1 Jn 4, 16) él quiere dar a los seres creados, inteligentes y libres, su propia Vida y Santidad, en su Espíritu y en su Verbo. La Vida de Dios que es Espíritu Puro no creado, consiste en su Pensamiento que contiene la Verdad en Sí mismo y que se nos ofrece en la Palabra revelada. 


1.1 Significados de la Consagración

a) En la Revelación: Nuestra reflexión sobre la Consagración se debe al hecho que esta palabra se encuentra en la Revelación y en la terminología Eclesial. En el Antiguo Testamento encontramos varias consagraciones, por ejemplo: del día, del templo, del altar, de las ofrendas etc., y también las de aquellas personas que se encuentran a disposición de Dios. Ellos al consagrarse se tornan en otros hombres por su Palabra.

Así como Adán es la imagen del que debe venir (Jesucristo), así también lo son Aarón y David, señales proféticas e imágenes de aquel que el Padre consagrará y enviará al mundo.

La referencia de los textos que nos permiten confirmar nuestra reflexión: El Padre consagra a Jesús de Nazaret y lo envía al mundo (entonces, si el Padre me ha consagrado y mandado al mundo, ¿No puedo decir que soy el Hijo de Dios sin insultar a Dios? Jn 10, 36); Jesús se consagra a sí mismo y se vuelve causa de nuestra Consagración (Por ellos me consagro, para que también ellos se consagren en la verdad (Jn 17, 19); Dios nos consagra a través de Cristo, siendo Cristo Palabra de Dios (Conságralos en la verdad. Tu palabra es la verdad Jn 17, 17). Dios Trino nos consagra por medio de Cristo, no sólo porque Él es el Verbo encarnado, sino porque Jesús ha acogido plenamente en su Corazón la Palabra y el Espíritu mismo del Padre, por eso se ha hecho el Hijo Dios y Señor en su naturaleza humana. Creer en la Consagración de Jesús, constituye una proclama: “Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.” (Fil 2, 11).


b) En La terminología eclesial


  • La consagración sacramental. Todos los Sacramentos se acogen por la fe, consagran al hombre porque lo insertan en Cristo y lo llevan, por el poder del Espíritu, a la unidad con el Verbo que consagra.

  • La Consagración bautismal es fundamental, en cuánto libera del pecado y da la Vida Trinitaria en forma inicial; es la base para la Consagración y se completa a través de los otros Sacramentos y la fe en la Palabra.

  • La consagración Religiosa. La Iglesia usa la palabra “Consagración” para aquellos que, aceptando los consejos evangélicos de la Palabra que los consagra, se entregan, en las manos de la Iglesia y de Dios, a la Consagración por otros. En el Antiguo Testamento eran consagrados los sacerdotes, los profetas y los reyes.




1.2 Definición de la Consagración: Consideramos aquí la definición general de la Consagración, pero también de la Consagración específica a Dios, al Divino Corazón de Jesús, y al Corazón Inmaculado de María.

a) Definición General: La Consagración: es una relación entre dos seres inteligentes y libres (Entre Dios y la criatura o entre criaturas) en la cual un ser pide y el otro le conceda su propio modo de pensar, de querer y de obrar, o sea, de ser.

La desacralización o demonización, a la inversa, puede ser definida como el sujetamiento del ser    creado inteligente y libre, con lo cual se le restringe la responsabilidad y la libertad de acoger la        vida de Dios Uno y Trino a través de Cristo el Hombre-Dios y su madre inmaculada.

b) Consagración a Dios: La consagración a Dios es una relación entre Dios y un ser creado, inteligente y libre, en la cual la criatura pide y Dios le concede su propio modo de pensar, de querer y de hacer.

c) La Consagración al Divino Corazón de Jesucristo: La consagración al Divino Corazón de Jesucristo es una relación entre un ser humano y Jesucristo, en la cual la criatura pide y obtiene el modo de pensar, de querer y de hacer de Dios, presente en el Divino Corazón de Jesucristo.

d) Consagración al Corazón Inmaculado de María: La consagración al Inmaculado Corazón de María, es una relación entre un ser humano y María, en la cual la criatura pide y obtiene el modo de pensar, de querer y de hacer de Dios, presente en el Inmaculado Corazón de María.


e) Consagración a un Santo: Podemos pensar desde el punto de vista teológico, en la Consagración a un Santo. Pongamos como ejemplo San Francisco de Asís. Una criatura que se consagre a San Francisco de Asís, modelará su propio corazón al de San Francisco de Asís, en el modo de pensar, de querer y de obrar. Esto significa que se conforma con la santidad y el modo de ser de San Francisco. Aunque sea maravilloso conformarse con la santidad de San Francisco, teológicamente no se puede admitir, porque no se puede demostrar a priori, que uno de nosotros no pueda ser llamado por Dios a una santidad superior a la de San Francisco.


A la inversa, nosotros podemos consagrarnos a Jesús y a María, porque ninguno de nosotros puede ser llamado por Dios a una santidad superior a aquella que la Trinidad a concedido a Jesucristo, único mediador entre Dios y los hombres, Nuevo Adán, y a su Madre, Nueva Eva, concebida Inmaculada y sin mancha.

1.3 La oración de la consagración: Existe el hábito de llamar Consagración a una plegaria, que por ser Oración no es Consagración, pero sí es un vehículo que debe llevar al que la pronuncia, a un acto de fe, en que el Espíritu Santo le permita establecer una relación de unidad con el Verbo que consagra, por medio del inmaculado Corazón de María y el Divino Corazón de Jesús. Dicho esto, resulta fácil comprender cuan falsa y peligrosa puede ser una identificación de la Consagración, como en una relación salvífica y divinizante que el corazón del consagrado logre en el Corazón de María y de Jesús, con una simple plegaria. De hecho, no se puede pensar en ver realizada la Consagración cuando estamos simplemente pronunciando una plegaria que se llama Consagración. 


1.3.1 La Consagración de nosotros mismos y de los demás: Nosotros tenemos el derecho y el deber no sólo de consagrarnos nosotros mismos, sino también de consagrar a otros, a Dios, por medio del Divino Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María. Dios Padre es quién nos ha escogido antes de la creación del mundo, en Cristo, para que seamos sus hijos. El fue el primero que nos ha confiado junto al Hijo, al Espíritu Santo en María, para Consagrar nuestros corazones y nuestros cuerpos por medio del Corazón y el Cuerpo de Jesús.


Junto con el Hijo de Dios, todos los hombres tienen el deber de obedecer al Padre Celestial, y de empeñarse por su propia Consagración, acoger y vivir con Cristo como unidad divinizante en el Espíritu Santo, en María. En cuanto a la llamada que nos hace la Palabra de Dios para modelarnos a Dios Padre, para ser perfectos como Él es perfecto (Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto vuestro Padre que está en el Cielo –Mt 5, 48), cada uno de nosotros, unidos a Dios Padre, tiene el derecho y el deber de confiar a otros al Espíritu Santo en María, para unirlos y consagrarlos con Cristo y en Cristo.




Este derecho y este deber compromete particularmente a las personas que son, de manera especial, portadores de la paternidad de Dios (Y ahora doblo las rodillas delante del Padre, de quien toma su nombre cada familia en los Cielos y en la tierra. Que él se digne, según la riqueza de su gloria, fortalecer en ustedes, por su Espíritu, el hombre interior. - Ef 3, 14-16). En la Iglesia tales personas son, por lo menos, aquellos que tienen responsabilidad de guía en la iglesia jerárquica, en las Congregaciones Religiosas y los padres. En la sociedad civil son, por lo menos, los responsables de las naciones y todas las cabezas de los sectores sociales, políticos y laborales.


2) VARIOS ASPECTOS DE LA CONSAGRACIÓN

2.1 Aspecto bíblico-teológico: Para plantear una reflexión sobre la Consagración bajo el aspecto bíblico-teológico consideramos útil responder algunas interrogantes.


  1. A la pregunta: ¿quién es el que consagra?. nosotros contestamos: Dios es el único que consagra. 
  2. A la pregunta: ¿quiénes se consagran?, Nosotros contestamos: Se consagran a Dios los seres creados inteligentes y libres como son Jesús en cuanto Hombre, María Inmaculada su Madre, los hombres y los ángeles. Por medio de ellos, Dios consagra toda la creación. 
  3. A la pregunta: ¿con que consagra Dios?, nosotros contestamos: Dios consagra la naturaleza humana de Jesús, su Madre, los hombres y los ángeles, dándose a ellos como Padre, Hijo y Espíritu Santo. 
  4. A la pregunta: ¿cómo se da Dios asimismo y consagra a seres creados inteligentes y libres? Nosotros contestamos: Un ser creado inteligente y libre puede consagrarse a Dios y ser consagrado por Dios de dos maneras: directa y mediata.


2.1.1 La Consagración directa y mediata: 


  • La Consagración directa es una relación en que un ser creado, inteligente y libre, pide y Dios le da su propia Vida y santidad en su Verbo de Verdad y en su Espíritu de amor.

  • La Consagración mediata es una relación en la cual un ser creado, inteligente y libre, pide y Dios le concede su propia Vida y Santidad a través de Cristo y de su Madre Inmaculada, que es la voluntad de Dios cual nuevo Adán y nueva Eva, para trasmitir a la humanidad su propia vida Divina.

La Consagración directa ha sido concedida a Jesucristo en una unión hipostática, que lo hace único mediador entre Dios y los hombres y causa de nuestra Consagración. (de hecho, uno sólo es Dios y uno solo el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús (1 Tim 2, 5). La confirmación de este concepto también la encontramos en la enseñanza del Concilio Vaticano II: “de hecho, su humanidad, en la unidad de la persona del Verbo, fue el instrumento de nuestra salvación” (la constitución Sacrosantum Concilium n. 5). La Consagración directa es concedida también a María, la Madre del Hijo de Dios, por los méritos de Jesús y por su Concepción Inmaculada, en cuánto es escogida por Dios para ser, cual nueva Eva, la compañera de Cristo, nuevo Adán. Todos los hombres y todos los ángeles pueden consagrarse a Dios y ser consagrados por Dios con la Consagración mediata que es por medio de Cristo y de la Inmaculada. 

Quién rechaza a Jesús y a su Madre, y quiere consagrarse asimismo a Dios directamente, cae en el pecado de Satanás; él nunca podrá consagrarse a Dios, ni ser consagrado por Él. Aquí es necesario recordar la palabra de Dios: “Cristo será la causa para la caída y la resurrección de muchos en Israel, señal de contradicción” (Lc 2, 34).

2.1.2 La Consagración a un ser que no es Dios: Para demostrar teológicamente la posibilidad de consagrarse a Dios, a través de un ser que no es Dios, se necesitan dos condiciones: 


  • La primera: poder demostrar que el ser al cual nosotros nos consagramos ya ha realizado perfectamente su propia Consagración a Dios, reconformándose a Él en su manera de pensar, querer, actuar, o sea su manera de ser.

  • El segundo: poder demostrar que el ser al cual nosotros nos consagramos no nos impide La consagración a Dios, pero en cambio, la facilita.



En el caso de Jesucristo, pueden decirse, sin vacilación, que ningún ser creado, inteligente y libre, ha acogido ni acogerá al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, cómo y en cuánto lo ha acogido el Corazón de Jesús.  Nadie puede demostrar que la naturaleza humana del Hijo de Dios encarnado en Jesucristo, sea un obstáculo para nuestra Consagración a Dios. Toda la revelación demuestra que Dios Trino nos ha creado y redimido, que nos consagra y nos glorificará; todo esto sólo y exclusivamente por medio de la naturaleza humana de su Hijo Jesucristo.


En el caso de su Madre Inmaculada, basta decir que la Virgen de Nazaret, no habiendo sido un obstáculo a la Trinidad, que ha consagrado en ella la naturaleza humana del Consagrado, ciertamente no puede ser un obstáculo para nuestra Consagración. Al contrario, ella ha sido escogida por Dios Trino como su colaboradora para la Consagración del Cristo histórico, lo es y lo será también para el Cristo místico.

2.1.3 Nuestra Consagración a Jesús y María

Bajo el aspecto teológico hemos querido presentar la posibilidad de nuestra Consagración a Jesús y María, demostrando que ellos han realizado plenamente su Consagración a Dios y que ni Jesús ni su Madre Inmaculada pueden ser obstáculo para nuestra Consagración a Dios. Además Jesús y María fueron escogidos por la Trinidad, para trasmitirnos su vida y su santidad, cual nuevo Adán y nueva Eva.  El aspecto estrictamente bíblico lo podemos ver, a la luz de la Palabra revelada, cómo podemos y debemos consagrarnos a Jesús y a María.


a) Nuestra Consagración a Jesús: Mencionamos algunos textos bíblicos que demuestran la necesidad de nuestra unión existencial y salvífica con Cristo, que se alcanza con la Consagración de nosotros, lo que nos permitirá irnos remodelando progresivamente a Jesús en la manera de pensar, querer y actuar.  Uno de los primeros de estos textos, es aquel donde Jesús dice: “yo soy la vid verdadera y mi Padre el viñador. Toda rama que no produce fruto, Él la corta; y limpia toda rama que traen fruto para que den más. Ustedes ya están limpios: la palabra que yo les he anunciado los ha purificado. Permanezcan en mí y yo permaneceré en ustedes. Como la rama no puede producir fruto por si misma sino permanece en la planta, así tampoco ustedes si no permanecen en mí. Yo soy la Vid, ustedes los ramas. Quién permanece en mí y yo en él, produce mucho fruto, pero sin mí ustedes no puede hacer nada.” (Jn 15, 1-5).


Nosotros sabemos que Jesús se define, como el Dios-hombre, el Camino, la Verdad y la Vida. (Jn 14, 6) Él, en cuánto pensamiento y Palabra del Padre, se hace el camino, que le permite al Padre estar en nosotros dándonos su Pensamiento. Recibiendo el pensamiento del Padre, con la fe en la Palabra revelada, también nosotros por el mismo camino nos encontraremos en el corazón del Padre. El pensamiento del Padre constituye realmente la Vida del Padre que es Espíritu puro, increado. En la fe, a través de la palabra revelada, esta vida del Padre que es su Pensamiento, también se convierte en la vida de nuestro espíritu y eso nos hace partícipes de la Vida de Dios. El Pensamiento del Padre contiene en sí la verdad en su totalidad. Nosotros, acogiéndola a través de la Revelación el Pensamiento del Padre, nos consagramos por la verdad y en la verdad de la Palabra de Dios. Hemos visto que, a nosotros, Dios no nos da directamente su Verbo y su Espíritu, sino sólo y únicamente a través del Corazón de su Hijo Encarnado en Jesucristo.
Por consiguiente, nosotros con la Consagración, nos iremos transformando y pareciendo cada más a Cristo-Hombre y Nuestro Señor, en el cual se encuentra la plenitud de la Divinidad que nos viene a dar a través de la Encarnación y la Revelación.


De este análisis resulta evidente que nosotros podemos volver y volvemos realmente a participar de la vida de Dios por el medio de la humanidad de Jesucristo.
Como resultado de la palabra arriba citada, Jesús es la vid y nosotros las ramas que nos unimos a la vid por la mano del Padre, para tener la vida y traer mucho fruto. Otro texto nos invita a la unidad existencial con Dios Trino por medio de Cristo Dios-Hombre:  

“Padre Santo, guárdalos en ese tu nombre a aquellos que me has dado, para que todos sean uno solo como nosotros.” (Jn 17, 11B).







Este texto nos revela que: 


  • El mismo Dios Padre nos ha dado a Jesús.

  • El motivo por el cual el Padre nos ha confiado a Jesús, es para alcanzar y conservar la unidad, no una unidad cualquiera, sino perfecta como la de Jesucristo, el Hijo de Dios Encarnado y Dios Padre.

  • El Padre, con el poder de su Nombre, nos conserva en esta unidad existencial y divinizante.

Según nuestra definición, la Consagración nos permite comprender esta unidad existencial en cuánto nos va haciendo parecidos a Jesús Hombre divinizado, en la manera de pensar, querer y actuar. Otro texto nos dice:


“Y la gloria que Tú me has dado a mí, yo la he dado a ellos, para que sean como nosotros una sola cosa. Así estaremos Yo en Tí y ellos en mí, para que sean perfectos en la unidad y el mundo sabrá que Tú me has enviado y que yo los he amado como me amas a mí.” (Jn 17, 22-23).


  • La gloria que el Padre ha dado a Jesús es el Espíritu Santo que lleva a la unidad perfecta: la naturaleza humana de Jesús con la Trinidad. Esta gloria que es el Espíritu Santo, Jesús nos la da, también a nosotros, para que seamos una sola cosa como lo es Él con el Padre, también nosotros con Ellos y entre nosotros.

  • El Padre está en Jesús (por medio de Su Espíritu y Su Verbo) y a su vez, Jesús quiere estar entre nosotros para darnos el Espíritu y el Verbo, y hacernos una sola cosa por medio de su Corazón, con la santísima Trinidad.

  • Esta unidad que reforma nuestros corazones al Corazón de Jesús, quiere ser y es la confirmación que el Padre ha enviado a Jesús, que realmente nos ha amado y nos ama como lo ama a Él. Ahora, si el Padre nos ama como Jesús al darse asimismo en su verbo y en su Espíritu a nosotros, es fácil concluir que, como a Jesús , el Padre nos da su Amor, en la misma Madre Inmaculada.


Hay todavía otro texto: “ ...aprendan de mí que soy paciente de corazón y humilde... ” (Mt 11, 29)
 
Nuestra Consagración al Corazón de Jesús, comprende la estructura de nuestros corazones, la mansedumbre y la humildad, semejante al suyo, y encuentra su fundamento en la palabra revelada arriba citada, ella ya es una orden más que una sugerencia. Finalmente consideramos las palabras de San Pablo a los Gálatas: “...y ahora no soy yo quien vive en mí, sino que es Cristo el que vive en mí... ” (Gal. 2, 20)


Nuestra Consagración, se entiende siempre como la identificación en el modo de ser y de hacer, y siempre como fruto de la Gracia de Dios y la libertad humana. La consagración, en el sentido auténtico, lleva al hombre a perder la vida de su propio espíritu, esto es renunciar libremente a su propia manera de pensar, de querer y de actuar, para reemplazarla por el de Jesús, el Hombre perfecto y divinizado. El Espíritu Santo ha llevado a San Pablo, a comprender y vivir la Consagración a Cristo, y ha querido expresar su Consagración con las palabras arriba citadas dónde Pablo dice: “ya no soy yo el que vivo, sino Cristo el que vive en mí.” Aquí nosotros nos permitimos hacer una reflexión, en decir que, mientras Pablo pensaba y actuaba antes a su manera, ahora piensa, quiere y actúa como quiere Cristo, siendo Cristo el que vive en él.

La Señora en cambio, habiendo sido concebida Inmaculada y siendo Inmaculada, podría decir, a diferencia de San Pablo:
“yo nunca he vivido en mí, porque siempre ha sido Cristo el que ha vivido e mí”, Haciéndonos entender con estas palabras su continua y perfecta conformación y Consagración a Jesús. 



b) Nuestra Consagración a María: Así como en la Consagración a Jesús, también para nuestra Consagración a María, encontramos textos que nos revelan nuestra llamada a consagrarnos a Ella, para venir a ser de su estirpe y participar de su vida y de su santidad. El primer texto dice:  “Yo pondré enemistad entre tí y la mujer, y entre tu estirpe y la suya: Ella te aplastará la cabeza y tú te abalanzarás sobre su talón.” (Jn 3,15).


Este texto revela que el mismo Dios ha establecido la enemistad entre la Mujer y la serpiente, pero también entre sus descendientes, y nos hace entender que cada hombre se realiza libre y responsablemente en el tiempo y para la eternidad como descendiente de la mujer o de la serpiente.




Qué realmente el hombre puede tener al diablo como padre, esto es, poseer en el propio espíritu la manera de pensar, querer y actuar del diablo, lo confirman el mismo Jesús cuando les dice a los judíos: “Ustedes tienen como padre al diablo, y quieren completar los malos deseos de él.” (Jn 8, 44) Si Dios ha querido reconocerle a Lucifer el rol de padre, no sólo cambia a los ángeles decadentes, sino también cambia a los hombres, que pueden negar que Dios ha querido dar a Cristo y su Madre el rol de padre y de madre al transmitirles la vida divina a los ángeles y a los hombres.


Nuestra Consagración a los Corazones de Jesús y María tiene, por consiguiente, como fundamento, las verdades reveladas que mencionamos aquí. Los descendientes de la mujer que son aquellos que acogen a María como la Madre, tendrán éxito al rechazar los pensamientos del diablo y, en este sentido, le aplastará la cabeza con Jesús y como Jesús. Aquí se revela la importancia de la Consagración salvífico-divinizante, que con Cristo nos hace descendientes de la mujer y vencedores del viejo tentador. Mientras que este texto se encuentra al principio de la Revelación, nosotros encontramos otro al final de la Revelación, pronunciado por el Hijo de Dios, Jesucristo, que ofreció su vida humana para poder darnos a nosotros junto con su Madre dolorosa, la Vida divina. Estas son las palabras que revelan que su Madre es la Mujer preanunciada en el Génesis. Ella es la llamada a tener en el Espíritu Santo, con Jesús, una numerosa y santa descendencia en aquellas personas que tengan, con Jesús, Dios como Padre y María como madre.


“Jesús entonces, viendo a su madre y al lado de Ella al discípulo que más amaba, dijo a su Madre: ‘Mujer, allí tienes a tu hijo’. Después le dijo al discípulo: ‘Allí tienes a tu madre’.” (Jn 19, 26-27)


El mismo Jesús, revelador Supremo de Dios, que ha venido a traer el resumen de la Revelación, confirma el Génesis y nos dice no sólo que los hombres pueden tener al diablo como padre, sino también que pueden tener a María como madre. Ser madre quiere decir siempre la trasmisora de vida; mientras ser niño quiere decir recibir la vida. María no es llamada por Jesús para transmitir la vida humana a Juan, que él ya había obtenido de su madre, presente con él en el Calvario, sino más bien la llama a una nueva maternidad, que consiste en la capacidad de transmitir de su propio espíritu a las almas de sus hijos, la vida Trinitaria que Ella posee y de la que está llena.


Mientras Jesús había conseguido del Espíritu Santo, en María su Madre, la vida humana a través de la Encarnación, Juan y los otros recibirán de la misma madre la Vida Divina con la Consagración. Otro texto dice:


“Entonces el dragón se enfureció contra la mujer y se fue a hacer la guerra contra el resto de su descendencia, contra aquellos que guardan los mandamientos de Dios y están en posesión del testimonio de Jesús.” (Ap 12,17)


Es conocido y evidente que el capítulo 12º del Apocalipsis representa una síntesis no solo de la historia de la salvación, sino también de la perdición. El diablo, no puede involucrar a Jesús-hombre ni a su Madre en la desobediencia a Dios, por lo tanto instiga al resto de su descendencia contra los hermanos y las hermanas de Jesús, que como Él y como su Madre, guardan los mandatos de Dios. Nosotros podemos decir que nuestra Consagración a María nos está revelada, allí, al principio, y al final de la Revelación total. No hay ninguna duda para poder demostrar que nuestra Consagración a los Corazones de Jesús y María, bajo el aspecto bíblico-teológico, tiene una importancia fundamental. A pesar de esto, nosotros tenemos que decir que una demostración bíblico-teológica perfecta, no traerá necesariamente al hombre a vivir la Consagración a los Corazones de Jesús y María. Necesita más que todo de la Gracia que sólo se da a través de la oración, el ayuno, la penitencia y la caridad fraterna. Sólo al humilde y al pequeño se da esta gracia particular, según las palabras famosas de Jesús: 


“yo te bendigo Padre, Sr. del cielo y de la tierra, porque has mantenido ocultas estas cosas a los sabios y a los inteligentes y la has revelado a los pequeños. Si Padre, porque así te pareció bien.” (Mt 11,25-26)



En el aspecto bíblico-teológico puede ser de utilidad notable una comparación de María Santísima con Abraham y San Pablo, el gran apóstol de los gentiles. Nosotros sabemos que Abraham ‘Padre de nuestra fe, creyó en el poder de Dios y en su promesa, que tendría descendencia a pesar de la avanzada edad de su esposa (cfr. Rm. 4,3; 4,18-22). María en cambio ha glorificado a Dios con su fe mucho más que Abraham, creyendo en el poder de Dios y en su promesa de concebir el Mesías sin conocer varón.  Abraham había ofrecido a su único hijo Isaac a Dios como víctima sólo con el corazón y solo por él. María en cambio ha ofrecido realmente a Dios Padre al Hijo común Jesucristo, como el Cordero, que con su sangre libra al mundo del pecado. Dios, que había prometido a Abraham una descendencia numerosísima, tendrá que conceder a María una descendencia ahora más numerosa que la de Abraham. Esta descendencia son todos los escogidos, y de manera particular aquellas personas que con la Consagración se convierten en hijos e hijas de María.


Comparando a Nuestra Señora con San Pablo, que es invitado de Dios como el testigo que, en el amor de Jesucristo, tiene un afecto profundo por los Filipenses ( cfr. Fil 1,8), nosotros podemos decir, sin vacilación, que la Madre del Señor ama a los Filipenses y a todos las pueblos de todos los tiempos con el mismo afecto maternal, porque en todo es conforme a su Hijo, sacerdote y víctima para la salvación de todos los Hombres. Pablo escribe a los Gálatas: “Hijos míos, de nuevo sufro los dolores del alumbramiento, hasta que Cristo no se forme en ustedes.” (Gál 4, 19) Estas mismas palabras reveladas pueden ser y deben ser aplicadas a Nuestra Señora de los Dolores, más que al gran San Pablo. Pablo todavía le dice a los Corintios: “Pues, aunque tuvieran en Cristo a diez mil guías que cuiden de sus pasos, no hay lugar para muchos padres. Porque fui yo quien les trasmitió la vida en Cristo, a través del Evangelio.” (1 Cor 4, 15-16). 


San Pablo, viviendo la palabra revelada, ha generado la fe en Cristo en el corazón de los corintios. La Madre del Señor que ha conservado en su Corazón y de manera virginal la Revelación entera y la enseñanza de su Hijo, ha producido y está produciendo más que San Pablo al mismo Cristo en los corazones de todas las personas del mundo. La Consagración al Corazón de María, es la expresión de nuestra fe en esta misión maternal de María que también nos da la esperanza de poder nosotros, a ejemplo de nuestra Madre celestial y con San Pablo, poder producir al Cristo, con nuestra fe, en los corazones de los demás.

2.1.4 La Consagración a la luz de la palabra de Dios.

Las referencias bíblicas citadas, unidas a los comentarios breves, hacen las cosas más comprensibles para alcanzar y vivir una buena Consagración. El hombre no puede realizar, poseer ni comprender fácilmente estos contenidos revelados, aun cuando los deseara con todo su ser, sin la ayuda de la Trinidad Santísima que se da por medio del Corazón Inmaculado de María y el divino Corazón de Jesús. La Consagración al Corazón Inmaculado de María y al divino Corazón de Jesús, en cuanto a la relación salvífico-divinizante establecida por la fe, hacen posible la transmisión directa de la vida y la santidad de los Sagrados Corazones a nuestros corazones. De cuánto hemos dicho, es evidente que la Consagración supera la espiritualidad que estimula al hombre a conocer e imitar las virtudes de María y de Jesús. 


  • La Consagración le permite a Dios Padre fortalecernos poderosamente con el Espíritu Santo y hace vivir a Cristo, por medio de la fe, en nuestros corazones. ( cfr. Ef 3, 14-17).

  • La Consagración hace permanecer en nosotros al Hijo y al Padre, por medio de la Palabra, y nos hace realmente Hijos del Padre. (Que permanezca en ustedes lo que oyeron desde el principio: si permanece en ustedes lo que oyeron desde el principio, también ustedes permanecerán en el Hijo y en el Padre –1 Jn 2,24)

  • La Consagración es, el significado eminente, de la obra de Dios Padre que nos salva por su misericordia, mediante un lavado de regeneración y renovación en el Espíritu Santo, y se nos da abundantemente, por medio de Jesucristo ( cfr. Tt 3, 4-7).

  • Con la Consagración a Dios Padre nos hace como Cristo, nos da la unción, y nos marca interiormente con su sello en el Espíritu, uniéndonos en María a Cristo (cfr. 2, Cor. 1, 21-22).

  • La importancia excepcional de la Consagración, consiste en el hecho que nos ayuda conservar en el corazón y poner en práctica todo lo que hemos oído en la predicación de la Palabra, y nos hace permanecer en el Hijo y en el Padre (cfr.1 Jn. 2, 24-28).



 La Consagración vivida es la expresión de nuestro verdadero amor a Jesús, amor que nos permite poder observar su Palabra. Ahora, en los consagrados se realiza la promesa de Jesús: ”Si alguno me ama, observará mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él para hacer nuestra morada en él” (Jn. 14, 23). La Consagración vivida verdaderamente nos hace conocer a Cristo en el sentido auténtico y bíblico. Esto implica el comportarse como Él en la vida cotidiana, según lo dicho por el Espíritu Santo: “Por esto sabremos que lo hemos conocido: si cumplimos sus mandamientos. Si alguien dice: ‘Yo lo conozco y no observa sus mandatos, es un mentiroso y la Verdad no está en él; pero quién observa su palabra, ese ama perfectamente a Dios. En esto conoceremos si estamos en Él. El que dice que mora en Cristo, debe comportarse como él.” (1 Jn. 2, 3-6). La Consagración nos permite poseer y anunciar la Vida eterna que está cerca del Padre y vivir en la unidad existencial con el Padre y con su Hijo Jesucristo. (Yo les he hecho conocer tu Nombre y lo seguiré enseñando; y así, el amor con que me amaste estará en ellos, y yo también estaré en ellos –Jn. 17,26). 


  • La Consagración nos permite observar fielmente la Palabra y hace presente en nosotros al Padre, al Espíritu Santo y su Sabiduría por medio de Jesús ( cfr. Jn. 17,26).

  • La gran importancia de la Consagración consiste en el hecho de hacer posible amar a Dios alegremente y al prójimo como a sí mismo ( cfr. Mt. 22,34-40).

  • La importancia suprema de vivir la Consagración está en el hecho que nos hace capaces de poner en práctica el nuevo mandamiento: “Que se amen los unos a los otros como yo los he amado” (Jn. 15, 12). Esto es posible porque la Consagración nos hace como Jesús. El ejemplo de San. Maximiliano Kolbe es la mejor confirmación.

  • El poder culminante de la Consagración se manifiesta no sólo en hacernos disponibles para orar, sino también en amar a nuestros enemigos y hacernos perfectos como es perfecto nuestro Padre celestial (Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto su Padre Celestial. –Mt. 5, 48).

  • La Consagración nos ayuda a permanecer en el amor de Cristo, observando su Palabra, como también Jesús permanece en el amor del Padre por la observación de su Palabra : “Yo los he amado a ustedes como el Padre me ama a mí: permanezcan en mi amor. Si guardan mis mandatos, permanecerán en mi amor, así como yo permanezco en el amor del Padre., guardando sus mandatos”. (Jn. 15, 9-10). 


2.2 - El aspecto salvífico-pastoral

El aspecto pastoral de la Consagración, a la luz de la Palabra de Dios, se manifiesta como la gracia de Dios acogida por el hombre, que nos ayuda a poner en práctica progresivamente, toda la Palabra Revelada. Dios Padre quiere que por medio de la Consagración vivida, lleguemos finalmente al mundo de su Reino y que se haga sobre la tierra su voluntad como lo han hecho Jesús y María. En la teología post-conciliar, la Iglesia está presentada como una institución divino-humana, que transmite a los hombres la Vida Trinitaria. Este papel de salvación, de santificación y de divinización de los hombres, la Iglesia la completa a través de la predicación de la palabra de Dios y la distribución de los Sacramentos. 


2.2.1 La predicación

La Iglesia, con la predicación, trasmite a los hombres, por medio de la Palabra revelada, el Pensamiento de Dios, y con ello, la voluntad de Dios. Como Dios es Espíritu Puro e increado, no tiene otra vida que su Pensamiento, con el que acoge a los hombres y los hace partícipe de su voluntad y de su Vida.

El valor salvífico-pastoral de la Consagración al Corazón Inmaculado de María, consiste en el hecho que nos hace “de la estirpe de la Mujer” y nos da la habilidad de observar y poner en práctica todos los mandamientos y las enseñanzas del Señor, como lo hizo Ella. Dios, con su Palabra, garantiza que es posible rechazar los pensamientos de Satanás y acoger los pensamientos de Dios; esto lo realiza en las personas que, con Cristo, en el Espíritu Santo, se hacen “de la Estirpe de la Mujer”.







2.2.2 Los Sacramentos

La segunda manera con que la Iglesia transmite la Vida Trinitaria a los hombres, es por medio de los Sacramentos.


a) El Bautismo
Es conocido en toda la Iglesia que, mediante del Bautismo, se transmite al alma del bautizado, en forma inicial, la Vida Trinitaria. Esta nueva Vida, proporciona al bautizado su nombre preciso y completo: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Nuestro Bautismo, es nuestra participación en la Vida Trinitaria por medio de Cristo. Jesús lo ha descrito con las palabras que todos conocemos: “yo soy la vid, y ustedes las ramas. Quién permanece en mí y yo en él, da mucho fruto, pero sin mí ustedes no puede hacer nada” (Jn. 15, 5). El Espíritu de la Revelación, nos hace entender esta realidad bautismal, a través del San Pablo: “Todos ustedes, al ser bautizados en Cristo, se revistieron de Cristo” (Gal 3, 27). El Bautismo, por consiguiente, nos reviste de Cristo, y nos prepara para ser como Cristo. Jesús nos dice que algunas ramas inestables en mano del Padre, después de una vida breve de unidad con Cristo, pierden esta vida irresponsablemente y vienen a quedar como los ramas secas, tiradas y quemadas por el viñador. El bautizado, por medio de Cristo, recibe la Vida Trinitaria y se consagra con la presencia de Dios Trino. Por consiguiente, de eso habla precisamente la Consagración bautismal.


El lector puede preguntarse qué valor salvífico pueden tener la Consagración al Corazón Inmaculado de María, comparado con la Consagración bautismal y de los otros Sacramentos. Aquí recordamos una vez más las palabras con las que Jesús nos hace entender, cómo muchos bautizados hemos perdido la unidad existencial con Cristo, y nos hemos convertido en ramas secas. Esto también es confirmado por nuestra experiencia diaria. Por consiguiente, nosotros nos atrevemos a decir que el valor salvífico-pastoral de la Consagración al Corazón Inmaculado de María, consiste en ayudar a conservar y desarrollar la Consagración recibida a través del Bautismo y de los otros Sacramentos. Por consiguiente, la Consagración nos salva, porque nos impide volvernos, como muchos, ramas muertas y nos ayuda alcanzar plenamente nuestra remodelación al Corazón de María y de Jesús, para poseer con ellos la Vida Trinitaria.


El verdadero valor pastoral de la Consagración se manifiesta, cuando los Sacerdotes, bautizando a los niños o adultos, los consagran junto a los padres y padrinos, al Corazón Inmaculado de María. De este modo las personas dan su contribución importante, para que el bautizado guarde la unidad con Cristo y con el Trinidad. Si un bautizado renueva su propia Consagración al Corazón Inmaculado de María, en una ocasión importante de su vida, como puede ser la primera confesión o la primera Comunión, estos Sacramentos fortalecen la unidad divinizante con la Trinidad, en Cristo. 


b) La Confirmación
La Consagración al Corazón inmaculado de María asume una importancia particular en el día de la Confirmación. La Confirmación, con la Consagración en el mismo día, aseguran a nuestro espíritu la influencia salvífica del Espíritu Santo, ése es el principio vital para la vid y para las ramas. Con la Consagración, la Confirmación les da en ese día, el deber de dejarse dirigir en la vida diaria, exclusivamente, por el Espíritu Santo, eso les ayudará a entender y observar en todo la Voluntad del Padre, con Cristo y en Cristo.


c) El orden
La Consagración tiene gran valor para las personas que reciben la ordenación sacerdotal o episcopal. Por tal motivo se quiere recordar que, en la ordenación episcopal, el Papa Juan Pablo II, se consagró a María y asumió su lema “Totus Tuus.”  Tanto nuestros hermanos, sacerdotes y religiosos, como nuestras hermanas religiosas, si hubieran creído y aplicado en la vida diaria, la Consagración al Corazón Inmaculado de María, no habría abandonado el sacerdocio y la vida religiosa. Con la Consagración habrían podido conservar la unidad existencial con María, tierra bendita, y con la vid, Jesucristo. La poca fe en el valor salvífico-pastoral de la Consagración, ha tenido y tiene todavía horrible consecuencias para muchos en la Iglesia. 


d) El Matrimonio
Para salvar a las familias y los esposos de la separación y de la infidelidad a Dios, de uno y del otro, sería necesaria la Consagración al Corazón Inmaculado de María, hecho el día mismo del matrimonio de los esposos, de sus padres y del Sacerdote . Por esta pérdida, hoy la disolución de las familias representa el peligro más grande para la Nación y para la Iglesia.



e) La Reconciliación
Para nuestra Consagración a María, a Cristo y a Dios, el Sacramento de la Reconciliación tiene una característica análoga al Bautismo y a los otros Sacramentos, pero los supera a todos en eliminar del alma humana del consagrado, el pecado con que el hombre rechaza la palabra y la voluntad de Dios que lo consagra. La Reconciliación, por consiguiente, de una parte libera al hombre de cualquier estado de desacralización, lo consagra y lo prepara con gran beneficio para recibir los otros Sacramentos.

f) El Eucaristía.
La Consagración se entiende como una continua auto-entrega de Dios al hombre, que se realiza poderosamente por la fe en la Palabra de Cristo, unida a su presencia en la Eucaristía. Cada santa entrega es la ocasión ideal para quién participa y se ofrece así mismo, por las manos de María, al Padre, como parte viva junto con Jesús, pidiendo ser consagrado con el Espíritu Santo, como Él consagra el pan y el vino, para ser cada vez más semejante a Jesús Eucaristía. 


Recibiendo la Santa Comunión el hombre alcanzará un altísimo grado de la presencia de Dios en sí mismo, a través de Cristo, luego durante y después de la Comunión cada uno dirá: “Gracias Jesús que por medio de la Eucaristía, me hago hijo de Dios Padre y de María”. Jesús, con su presencia en la Eucaristía, realmente nos consagra dándonos su Naturaleza Divina y nos hace hijos de Dios. En cambio, dándonos en la Eucaristía su Cuerpo y su Sangre que ha recibido de la Virgen, nos hace sus hermanos y hermanas e hijos e hijas de María.

g) La Unción de los Enfermos
En la historia de la Iglesia el espíritu de la mentira siempre ha buscado todas las maneras de disminuir el poder de este Sacramento. El Espíritu de Verdad, nos hace entender la Unción de los enfermos como el compendio del Bautismo y todos los otros Sacramentos. Se tiene que saber que el Bautismo nos viene a dar, en forma inicial, la Vida Trinitaria, mientras con la Unción de los Enfermos Dios Trino se nos da asimismo en la forma suprema posible. Por consiguiente, los Sacerdotes que administran este Sacramento, tienen el deber de sugerir a quién lo recibe renovar su propia unidad y Consagración al Corazón Inmaculado de María, al Corazón Divino de Jesús y al mismo Dios.
Desde el punto de vista pastoral sería más propicio preparar la Oración-Consagración en cada uno de los siete Sacramentos.

2.2.3 Los efectos en el hombre y en la sociedad
La Consagración al Corazón Inmaculado de María tiene por consiguiente una enorme importancia salvífico-pastoral porque hace posible al hombre: entender con la mente, acoger con el corazón y poner en práctica la Palabra de Dios;
vivir y desarrollar plenamente la gracia de la Consagración bautismal y los otros Sacramentos;  participar activamente en el triunfo prometido a la Mujer que también involucra a los otros en el camino de la salvación.


Jesús y María, haciendo la voluntad del Padre de manera perfecta, realizan su Consagración y vienen a ser perfectos como lo es Dios Padre. Lo qué Jesús nos pide, es esto: que seamos perfectos como lo es Dios Padre, lo ha pedido primero a su Madre y a sí mismo. La Consagración al Inmaculado Corazón, de acuerdo a su definición, nos va semejando a María, la Madre de Dios. Ella, concebida inmaculada y habiéndose conservado Inmaculada, es semejante, en el orden existencial, a Dios-Hombre Jesucristo y con Cristo a Dios Padre. Por consiguiente, nosotros, semejándonos a Ella, nos semejamos a Jesús en quien habita plenamente la divinidad, y con Él a Dios mismo. 


a) La Consagración del trabajo del hombre: Tomemos en consideración cuales son los frutos, del trabajo diario, para los hombres que pongan en práctica la Consagración. El trabajo del hombre, aun cuando sea el más pesado y el más humillante, se vuelve fuente de satisfacción y de verdadera alegría, desde que él lo transforma en oración y en alabanza pura a Dios. El trabajo de los hombres y las mujeres consagradas, merecerá una recompensa más alta en esta vida, porque los hace mejor, en cuanto lo hagan con amor. Los obreros consagrados merecerán un premio sobrenatural que se conservará en los bancos divinos y eternos.





Viviendo la Consagración, las minas se transforman en catacumbas dónde el trabajo vendrá a ser un sacrificio agradable a Dios, porque Jesús prevé el desarrolló de cada uno. Las fábricas y las tiendas, como cualquier otro ambiente de trabajo, serán transformadas por los hombres consagrados, en “las Catedrales”, en “las Iglesias”, en “los lugares de oración.”
En todos los ambientes dónde trabajan las mujeres, Dios es glorificado, porque la fatiga del trabajo, hora por hora, será una ofrenda viva de las mujeres que ya no viven para sí mismas sino para María y en María, presencia viva en ellas.
Igualmente, el trabajo desarrollado por los hombres consagrados, será transformado en oración y alabanza pura a Dios, porque el desarrollo de los hombres que ya no viven para sí mismo; en cada de uno de ellos, vive y trabaja Jesucristo, Hombre-Dios, para el gloria de Dios y el bien de los hermanos. 


b) La Consagración de la sociedad: Con la Consagración, se realizará el deseo de Jesús de estar en nosotros, reformando nuestras almas a su Alma divinizada por la presencia de Dios Uno y Trino. Esta es la confirmación de la presencia de Cristo en nosotros: “Padre, yo les he enseñado tu nombre y les seguiré enseñando; y así, el amor (El Espíritu Santo) con que me amaste estará en ellos, y yo también estaré en ellos (con el corazón plenamente divinizado).” (Jn. 17, 26)

Así como el sol, con sus rayos, ilumina todo sobre la tierra, así Jesús iluminará la actividad de cada hombre y la humanidad entera, para ayudar a todos a hacer la voluntad del Padre. La Consagración cambiará toda la actividad humana y, sobretodo, aquella del campo político, social, económico y cultural. Con la Consagración, entrará el Reino de Dios en el corazón de los hombres, realmente y en el sentido pleno y, de acuerdo con la actividad de cada uno. Por consiguiente, quién impide la realización de la Consagración al Corazón Inmaculado de María, también impide la Consagración al Divino Corazón de Jesús y a Dios mismo; además, también impide la transformación del mundo y la llegada del Reino de Dios a la tierra.


En cambio, quién vive la Consagración y la promueve, se pone al servicio de Dios y de los hombres, para crear un mundo nuevo en el cual Dios Uno y Trino esté con sus hijos, por medio de su Hijo Encarnado, Jesucristo y de su Madre Inmaculada. Hay todavía un aspecto pastoral de gran importancia que debe ser resaltado como consecuencia de la Consagración vivida al Corazón Inmaculado de María. Con la Consagración se establece una relación personal entre el hombre y Dios. Esta es la única manera que permite consagrar a la humanidad desacralizada y llevarla a Dios. Consagrando a los hombres, se consagrarán la cultura, la ciencia, la política, la economía y todos los campos de la actividad humana. Esta nueva relación entre el hombre y Dios, modelada en Jesús y María, cambiará necesariamente en dirección positiva las relaciones humanas. 


  • En la Iglesia, entre el Papa y los Obispos, entre los Obispos y los Sacerdotes, entre los Sacerdotes y los laicos
  • En la sociedad entera

  • En la familia, entre el marido y la esposa y entre el padre y los hijos;

  • En las clases sociales, entre obreros y patrones;

  • En el campo político y económico;

  • En las naciones, con referencia particular en las relaciones de la Fe con la ciencia y la cultura.


La Consagración vivida hará que las búsquedas científicas se desarrollen para la gloria de Dios y para el verdadero bien de los hombres. Ahora bien, nosotros tendremos una nueva y diferente ‘Medicina’, tendremos un nuevo programa cultural en la Radio, en la Televisión y en los otros medios sociales de comunicación. Todo será para la gloria de Dios y al servicio del hombre. La relación entre las personas en el campo político y económico se fundará en dos nuevos principios, que serán la Verdad y el amor, que son el Verbo y el Espíritu Santo. Todo aquello que ha sido positivo en los sistemas cultural y socio-político del pasado y de nuestro tiempo (Capitalismo y Marxismo) será acogido y unificado y lo negativo se eliminará. Esto será posible porqué el hombre, interiormente, será llevado a una relación de unidad real con Dios. 


2.2.4 La Consagración y la unidad de las Iglesias.

La Consagración al Corazón Inmaculado de María se revelará como único camino que traerá a la verdadera unidad a los católicos, los ortodoxos, los protestantes y también otras denominaciones cristianas.
La Consagración vivida de parte de los cristianos, se convertirá en un atractivo testimonio que hará volver a Dios y a su Hijo Jesucristo a los hermanos separados a otras Religiones no Cristianas y a los mismos ateos. Concluyendo nuestra reflexión en el valor pastoral de la Consagración, podemos decir que la vida concreta del consagrado, en cuánto demostración real de la vida de Dios Uno y Trino, hará que llegue al mundo, en el sentido pleno, el Reino de Dios y se haga su voluntad así el cielo, como en la tierra.





3) LA CONSAGRACIÓN DE JESÚS.

3.1 Consagración dada a Jesús.

Hablando de la Consagración de Cristo es necesario distinguir su Naturaleza Divina de su Naturaleza Humana.
 
La Naturaleza del Hijo de Dios es, desde siempre consagrada con la generación eterna del Padre. Jesús, en cuánto Hijo, junto con el Espíritu Santo y el Padre, consagra todo: su propia naturaleza humana, su Madre, los hombres y los ángeles.
Por consiguiente, la Consagración de la cual habla Jesús se refiere a su corazón y a su cuerpo. Para entender la Consagración que el Padre completa en Jesús, es necesario contestar a las preguntas siguientes: 


1.      Con que cosa el Padre consagra a Jesucristo?: Con el Espíritu Santo y con el Verbo.

2.      Cuándo?: En el momento de la encarnación.

3.      Cómo?: Uniendo el Corazón de Jesús al Verbo, en el Espíritu Santo.

4.      Dónde?: En el vientre virginal de María Santísima.

5.      La Consagración de Jesús dependía de alguien?: Teniendo presente la omnisciencia de Dios, que también incluye el libre comportamiento de los hombres, nosotros podemos decir que la Consagración de aquel que es, el diseño de Dios, origen y medio de cada Consagración, se realiza con el consentimiento libre y responsable de la Virgen de Nazaret. Refiriéndonos a la palabra revelada, podemos decir que Dios ha diseñado un Salvador, para Israel y para todos los pueblos, de la “estirpe de David” y más precisamente del Corazón y del vientre de María.


3.2 Jesús se Consagra a sí mismo.

Es necesario distinguir la Consagración dada por el Padre a Jesús en el momento de la encarnación, de aquella que se efectúa en el Corazón de Jesús, libre y voluntariamente, acogiendo el amor de Dios por la Palabra revelada, que hace posible su Consagración. La Consagración de Jesucristo es preanunciado en la Revelación con las Palabras que nosotros encontramos en el profeta Isaías y luego en la carta a los hebreos dónde se dice: “Entrando en el mundo, Cristo dice: ‘Tu no quisiste sacrificio ni ofrenda, sino que me formaste un cuerpo. No te agradaron los holocaustos ni sacrificios por el pecado. Entonces dije: Mira, aquí vengo; de mí se dijo lo que está escrito en el libro; cumpliré, o Dios, tu voluntad.” (Eb. 10, 5-7)


Este texto nos hace entender la disponibilidad de Jesucristo-Hombre para consagrarse a sí mismo, haciendo siempre y en todo la voluntad del Padre, y de consagrarse en la verdad, a través de la Palabra revelada. En el versículo 10 del mismo capítulo, San. Pablo nos hace entender que la Consagración de Cristo es el origen y herramienta de nuestra Consagración a Dios y de Dios: “Ahora conforme a esta Voluntad de Dios, somos santificados, de una vez, por el sacrificio que Cristo Jesús hace de sí mismo” (Eb. 10, 10). El espíritu Santo, para convencernos que nuestra Consagración pasa a través de Cristo, nos dice ahora, a través del San Pablo, que Jesús con su Consagración: “ ha hecho, con su única ofrenda, perfectos para siempre a aquellos que santificó.” (Eb. 10, 14) La obediencia a Dios, expresada con el sacrificio de Cristo, prepara al hombre, ayudándolo, a ser con Cristo obediente al Padre y de acoger con su ayuda, la Palabra Divina que consagra en la verdad y en el amor.

Esto es confirmado por los textos precedentes. En resumen, en la misma carta a los hebreos, nosotros encontramos un texto que nos hace entender que el hombre permanece no consagrado, o desacralizado, si, en plena libertad, rechaza el ejemplo y el sacrificio de Cristo, de la Palabra revelada, negándose a ser consagrado, por medio de Cristo y con Cristo. “De hecho, si nosotros pecamos voluntariamente después de haber recibido el pleno conocimiento de la Verdad (que nos comunica la Palabra revelada), no puede haber ya sacrificio por el pecado; solo quedará la espera tremenda del juicio y del castigo y la llama de un fuego listo para devorar a los rebeldes. Cuando alguien ha violado la ley de Moisés, se expone a la muerte sin misericordia por la palabra de dos o tres testigos. ¿Qué les parece entonces del que pisoteó al Hijo de Dios? ¿Qué castigo merecerá por haber profanado la sangre de la alianza que lo santificó, y haber insultado al Espíritu del amor de Dios? (Eb. 10, 26-29) Así como por medio del primer Adán y de la primera Eva, Dios Trino nos da la vida humana, así nos da su propia vida, por medio de Jesús y de María, a aquellos que la piden y la acogen, libre y voluntariamente.





A todos los seres creados, inteligentes y libres, Dios da el Espíritu Santo pero, en primer lugar, lo da a su Cristo. Quién se deja, como Jesús, guiar del amor de Dios, empieza a amar su Pensamiento, presente en la Palabra Revelada que contiene y transmite la voluntad de Dios. Por consiguiente, los seres creados, inteligentes y libres, cuánto más, asuman el ejemplo de Cristo y María, observando y poniendo en práctica la Palabra revelada, tanto más se asemejarán a Ellos en su manera de ser, haciendo la voluntad de Dios. Desde que los ángeles y los hombres son libres, ellos pueden consagrarse, acogiendo la Palabra revelada y, a través de ello, la Vida de Dios, o permanecer no consagrados (desacralizados), rechazando la Palabra de Verdad que consagra. Jesús, por la eterna generación del Padre, es Hijo de Dios y Segunda Persona de la Trinidad. 

Nacido según la carne de la estirpe de David ( cfm. Rm. 1, 3), Cristo Jesús se ha convertido en el Hijo de Dios, en su naturaleza humana, a través de la Revelación. Él, por consiguiente Hijo del hombre, es constituido Hijo de Dios, acogiendo en su naturaleza humana la Palabra que lo consagra y que lo convierte en el Hijo de Dios, por el poder del Espíritu de Santificación. ( cfm. Rm 1, 4)


4) LA CONSAGRACIÓN DE MARÍA

4.1 Consagración dada a María.

La Consagración dada a María es su Concepción Inmaculada. Esta Consagración es un regalo de Dios Padre a María y, por medio de Ella, a su Hijo encarnado Jesucristo y a nosotros sus hijos adoptivos, que en Ella debemos convertirnos en sus hijos inmaculados.

4.2 María se consagra a sí misma.

Desde el momento en que la pequeña María comienza a usar la facultades de su Corazón, comienza su Consagración, que termina con su Asunción al cielo. Poniendo en práctica las inquietudes del Espíritu y la Palabra revelada, María se consagra, día a día, cada vez más. En su Corazón Inmaculado crece día a día la presencia del Espíritu Santo, del Verbo y del Padre, a fin de llenarla de gracia y hacerla digna de concebir y generar al Hijo de Dios en su naturaleza humana.
María ha debido poner en la práctica, completamente, la Palabra Revelada, incluso aquella que representa los fines de la Revelación refiriéndose a nosotros, que nos invita a ser perfectos como Dios Padre es perfecto. ( cfm. Mt 5, 48)


Con su fidelidad a la Palabra y al Espíritu Santo, María es modelada al Padre más que cualquier otro ser, para producir realmente, en su naturaleza humana, a aquel que el Padre genera en su naturaleza Divina. Con Ella, Dios Padre comparte su prerrogativa de generar al Hijo, El en su naturaleza Divina, Ella en su naturaleza humana. El Corazón de María, junto con el Corazón de Jesús, en el sentido más auténtico, se vuelven una sola cosa con la Trinidad. (Padre Santo, guárdalos en ese tu Nombre que a mí me diste, para que todos sean uno como nosotros. –Jn. 17, 11)
La Consagración de María se manifiesta como una semejanza en su manera de pensar, de querer y de actuar, a Dios Padre, cuando permite que el Hijo común, Jesús, se entregue a los horrores de la pasión y la muerte. Unidos al Padre en el amor infinito, la Madre y su Hijo Jesús aceptan esta sugerencia del Padre para poder dedicarlo y entregar a nuestros corazones la vida de Dios que nos consagra.


En María, criatura humana pura, que no es como Jesús, unida en unión hipostática al Verbo, podemos encontrar no sólo el ejemplo alentador, sino también la ayuda maternal, para observar los mandamientos de Dios y alcanzar la Consagración, de acuerdo a nuestro estado de santidad a su Corazón materno. Como en la Revelación se registra la Consagración libre y voluntaria de Jesús en la palabras: “Mira, aquí vengo; de mí se dijo lo que está escrito en el libro; cumpliré, oh Dios, tu voluntad.” (Eb 10, 7), así en la revelación se registra también la Consagración de María, expresadas con las palabras: “Yo soy la servidora del Señor; hágase en mí lo que has dicho.” (Lc 1, 38) En estos dos textos, encontramos revelados los fundamentos de las consagraciones que los Pontífices y otros han formulado para la Iglesia y para la humanidad.






5) LA CONSAGRACIÓN DE LOS HOMBRES

Para demostrar que nuestra Consagración es la voluntad de Dios y está fundamentada en la revelación, basta citar las palabras de Jesús: “Hazlos santos según la verdad: Tu palabra es la verdad.” (Jn. 17, 17); “y por ellos voy al sacrificio que me hace santo, para que ellos también sean verdaderamente santos.” (Jn 17, 19)

5.1.- Consagración dada a los hombres

Nosotros hemos visto que, para Jesucristo, la Consagración que se le da es la unión de su Corazón con el Verbo (que consagra), por el Espíritu Santo en María.

Para la Madre del Señor, la Consagración que se le da es su Concepción Inmaculada. Su Corazón no viene habitado de la Trinidad, porque va a ser llamada para ser la Madre del Hijo de Dios y nuestra madre. (OJO)

Para nosotros los hombres la Consagración que se nos da es la gracia de la fe y el Bautismo. Con el Bautismo, nuestros corazones se unen al Corazón de Jesús como ramas inestables comprometidos, por la mano de Dios Padre, a la vid, que es consagrada y vivificada por el Verbo y por el Espíritu. También se unen a esta vid aquellas personas que no habiendo recibido el Bautismo, acogen en su corazón la invitación del Espíritu Santo para vivir en la Verdad y en el Amor..

5.2.- El hombre se consagra.

Cómo Jesús-Hombre y también su Madre, nosotros tenemos que empeñarnos en comprender nuestra Consagración, acogiendo y poniendo en práctica la Palabra Revelada. Con Jesús y con María nosotros también tenemos que decir: “Aquí vengo..... para hacer, o Dios, tu Voluntad” (Eb 10, 7); “Yo soy la servidora del Señor, hágase en mí lo que has dicho” (Lc 1, 38) La unidad existencial y salvífica, entre nuestro corazón y el Corazón de Jesús, por medio del corazón de María que nosotros llamamos “la Consagración”, nos asegura la ayuda de María y de Jesús, para poder, como ellos, conocer con la mente, acoger con el corazón y poner en práctica la Voluntad de Dios presente en la Palabra Revelada. 


5.3.- La Consagración, instrumento de salvación para el hombre

Jesús y su Madre, haciendo siempre y en todo la voluntad de Dios, han acogido en sus Corazones a la Trinidad Santísima, de la manera más perfecta y en el grado supremo. Ellos se han consagrado y conformado (asemejado) a Dios, en la manera de ser, hasta el límite de lo posible. Cuando nosotros, con la Consagración, nos conformamos (asemejamos ) a Jesús y a María en la manera de ser, por medio de ellos y con ellos, nos consagramos y nos conformamos (asemejamos) al mismo Dios.


Por consiguiente, debemos decir que nuestra Consagración al Divino Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María no sólo es posible, sino que representa el único camino más querido de Dios, para ser Consagrados y salvados por Ellos.
Si la Consagración al Inmaculado Corazón de María y al Divino Corazón de Jesús, nos posibilita acoger en nuestro corazón a la Santísima Trinidad como ellos lo han acogido, ¿Porqué no consagrarse? Rechazar esta gracia, quiere decir negar a Jesús su misión de Salvador del género humano y a María su maternidad de la Iglesia y de la humanidad entera.
Es oportuno reflexionar en la comparación siguiente: 


  • La única pareja que ha recibido directamente de Dios la vida humana y la capacidad de trasmitirla a su propia descendencia es la de Adán y Eva.

  • La única pareja que ha recibido directamente de Dios la Vida Divina y la capacidad de trasmitirla, a través de sus Corazones, a los corazones de su propia descendencia es la de Jesús y María, nuevo Adán y nueva Eva. La descendencia de María y de Jesús, como habíamos dicho, necesariamente debe ser más numerosa que la de Abraham.

La llamada a consagrarse al Inmaculado Corazón de María debe ser acogida por nosotros como una gracia de Dios, que nos permite ser, también a nosotros, cómo Jesús, concebidos, formados, plasmados por el Espíritu Santo y por la Virgen María. Jesús dice a los Apóstoles: Vengan, síganme, yo los haré pescadores de hombres.
En cambio, a nosotros, Jesús nos dice: como Yo con la Encarnación, así ustedes con la Consagración, se harán hijos é hijas de María, mis hermanos y mis hermanas, en el Espíritu Santo, porque Ustedes, con el Espíritu Santo, ayudarán a hacer la voluntad del Padre y aplastar la cabeza de la serpiente, esto es el rechazo a sus pensamientos y sus tentaciones.


Para nosotros es motivo de gran alegría saber que el Padre ha pensado en cada uno de nosotros sobre la eternidad, en su único Pensamiento, y nos han amado con su infinito y único amor. En Cristo, el Padre nos ha escogido para ser sus hijos y quiere darnos a cada uno de nosotros todo lo que ha dado a la naturaleza humana de Jesús, incluido también la Virgen Santa como Madre. La única cosa que el Padre no nos puede dar es el de ser, como el Hijo, consustancial y generado de Él. Pero esto, Dios Padre, no lo da ni siquiera a la naturaleza humana de Jesús. Dios Padre no ha querido unirnos directamente al Verbo, como lo ha hecho con la naturaleza humana de Jesús. Este privilegio, exclusivo de Jesús, no lo ha dado ni siquiera a María Santísima. El Padre quiere darse totalmente a nosotros en su Verbo de Verdad y en su Espíritu de amor, pero sólo a través de la naturaleza humana de Jesús, único mediador entre Dios y los hombres.


Unidos, con nuestra Consagración, a María y con María a Jesús, nosotros nos conformamos (asemejamos) a ellos en la santidad; y por medio de ellos podemos llegar a ser perfectos como lo es nuestro Padre Celestial. En Cristo, la persona del Hijo y su Naturaleza Divina son desde siempre perfectos. Cristo se hace perfecto en su naturaleza humana, no sólo con la Encarnación, sino también a través de la Revelación; aquí está la confirmación: “Aun siendo Hijo, aprendió en su pasión lo que es obedecer; y, llegado a su propia perfección, pasó a ser el que trae la salvación eterna a todos aquellos que le obedecen.” (Eb. 5, 8-9) Hay todavía un texto revelado que nos hace entender cómo Jesús se consagra y cómo se hace perfecto en su Corazón y en su Cuerpo, con la obediencia al Padre ; nosotros, en cambio, con la obediencia a Jesús. “En efecto, Dios, autor de todo y del que provienen todas las cosas, quería llevar a la Gloria a un gran número de hijos. Y le pareció bien hacer perfecto por medio del sufrimiento al que iniciaba su salvación.” (Eb. 2, 10).


Allí el Espíritu nos revela que el Padre, queriendo llevar también a nosotros, sus hijos adoptivos, a la gloria, ha hecho perfecta la naturaleza humana de Jesús mediante el sufrimiento, y lo ha hecho nuestra Cabeza que nos guía a la salvación.
Por consiguiente, ninguno de nosotros puede salvarse, consagrarse o ser consagrado por Dios Padre, si no a través del Jesús-hombre. La afirmación que nosotros podemos consagrarnos directamente de Dios, evitando la Consagración a Jesús y a María está contra la Revelación, contra la experiencia de los Santos (Montfort–Kolbe–Martha Robin–otros), y contra el evento Eclesial que el Papa y todos los Obispos han realizado con la Consagración al Corazón Inmaculado de María, el 25 marzo de 1984.


A la luz de la Revelación y la explicación teológica, la gracia de acoger la Consagración al Inmaculado Corazón de María, nos permite ser con Cristo “de la estirpe de la Mujer”, de vivir el Bautismo como ramas vivas de la vid y de conformarnos (asemejarnos) en la santidad a María; así el hombre asegura su propia salvación y puede empeñarse en la salvación de los demás. 


La Oración Como Conclusión:


O Dios Trino, Tú que sabes cuántas almas te ruegan, ofreciendo diversos sacrificios con el propósito de obtener, por medio de María, que el Espíritu Santo lleve a la Iglesia a la verdad total. Padre, por el sacrificio de tu Hijo Jesús, por los meritos de tu Madre y nuestra amada Madre, María, por la intercesión de los Ángeles y los Santos, Te pido tomar posesión plena de todo mi ser. Ayúdame a presentar en este escrito que es sólo lo que tú quieres, que todo sea hecho en la verdad y en el amor, pero también con esa simplicidad que hace comprensible la Verdad salvífica no sólo a los Pastores, sino también a todas aquellas personas que no tienen una particular preparación teológica.

Es el Espíritu Santo, que escruta tus profundidades, para hacernos conocer cómo, el que ha creado todo, es llamado,
con la libre colaboración de los Ángeles y los hombres, para ser consagrado y divinizado. Ambos se hacen seriamente conscientes que, rechazando la divinización, inevitablemente se incurre en la demonización. Visita con tu luz poderosa nuestras mentes, para que comprendamos que nuestra salvación, nuestra redención y nuestra Consagración consisten en acogerte, oh Dios Trino, como Padre, Hijo y Espíritu Santo.


Tu vida, oh Dios, y por consiguiente la vida eterna, consiste de hecho en conocerte y poseerte y a aquel a quien has enviado, Jesucristo. Es él, a quien Tú has consagrado en su naturaleza humana, el único mediador entre Tú y nosotros los hombres, entre Tú y todo lo creado. Conociéndolo a Cristo, Te conoceremos y acogeremos, en el Espíritu Santo.

Te pido todavía, Padre, que Tú mismo, por medio del Espíritu, nos reveles el misterio de ella a quien has escogido por madre de tu primogénito, Jesucristo, en la cual nos has hecho hijos tuyos e hijos de María. Revélanos, oh Dios, la grandeza de esta Madre y Virgen Inmaculada, que ha repuesto en la docilidad y en la fe, a todos los que Tú has querido
Y que la has hecho templo vivo del Santísima Trinidad.

Guía a todos, oh Padre, con tu Espíritu, pero particularmente a quienes lean estas palabras para que acojan a María como su verdadera Madre. Has que seamos humildes y pequeños, para que entendamos que nuestra Consagración a su materno corazón, nos hace entrar en comunión con el Verbo Encarnado, que es indispensable para poder vivir todos los misterios de Cristo, nuestro Salvador, y particularmente los contenidos en el Santo Rosario.

Desgraciadamente, el enemigo de nuestra salvación ha logrado engañar a tantos hijos tuyos, no sólo de la madre María,
sino también de la Santa Madre Iglesia Católica. Yo tengo gran confianza que Tú, con tu Espíritu, nos harás conocer la Iglesia en una nueva luz, como aquella que trasmite a los hombres, por medio de la predicación del Evangelio y los Sacramentos, la vida Trinitaria,

Danos a todos, en la Iglesia, una nueva y profunda comprensión del sufrimiento que, acogido en la fe, nos conforme con Cristo, y a Ti que eres Amor! Revélanos también el oscuro misterio del pecado, mal supremo que nos lleva a negar,
tu vida y tu santidad, y que la conformación a Ti nos haga fuente de santidad.

Con tu Espíritu, en María, nos hace disponibles para cambiar y ser, cada vez más fielmente, una prolongación de Jesús-cordero, para librar al mundo del pecado y de la demonización eterna.

Tú, Padre, que has establecido a Cristo como “la piedra angular... ¡para unir a las personas” en María! has de nosotros,
por medio de vivir nuestra Consagración a su Inmaculado Corazón, “piedras vivas y preciosas, esculpidas por el Espíritu”
y templo santo de tu alabanza por la eternidad.

Finalmente quisiera pedirte por mí y por todos los hombres: “Padre, comunícanos Tu mismo ,Tu vida y santidad,
en tu Verbo de Verdad y en tu Espíritu de amor, por medio del espíritu maternal de María” Amén


Proponemos la Consagración Bíblico-Trinitariaal Corazón de Jesús y María (del Padre Luka Cirimitic )

Padre Santo, fuente de toda santidad, creo firmemente que Tú nos has escogido desde la eternidad para ser, en el Hijo,
tus verdaderos hijos y tus verdaderas hijas. Creo en todas las Palabras de Jesús y en particular en su afirmación
qué Tú nos amas, con el mismo inmenso Amor, con que lo amas a Él.

Por consiguiente, oh Padre, como has confiado a Jesús a María Santísima, así confíanos hoy a sus cuidados maternales
a todos aquellos que aceptaran ser Tus hijos e hijas. En su Corazón Inmaculado nos consagramos continuamente, con el Espíritu Santo, en la Verdad y en el amor, uniéndonos al Corazón de Jesús.

Todo aquello que es nuestro, espíritu, alma y cuerpo, santifícalo en Ti a fin de perfeccionarnos y hacernos, en tus manos,
instrumentos apropiados para la continua santificación de la iglesia y de la sociedad entera. Concédenos esta gracia, o Padre, para que cada uno de nosotros, en el gran Júbilo que tendremos, podamos acoger y compartir a Jesús a todos los hombres  a imitación de María. Así sea.